Texto original de Gabriela Costa, publicado en Facebook el 12/1/2022

El lunes, para mí y para mi esposo, fue la aventura más importante de todo nuestro viaje navideño.
Todo comenzó a final de tarde cuando quisimos ir a ver el atardecer en el Templo de Debod en Madrid. Para llegar allá, nos montamos en la línea 10 del Metro de Madrid, nos bajamos en la estación Príncipe Pio y comenzamos nuestra caminata al Templo, llegamos, paseamos un poco por el Templo y luego nos sentamos a ver el atardecer, de repente, mi esposo le dice a mi hijo mayor: Hijo, ¿dónde está tu morral (mochila, maleta)?… en ese instante mi hijo se da cuenta de que su morral no está con él y en consecuencia tampoco está Pingüi, su hijo pingüino de peluche. Yo sabía que lo habíamos dejado en el vagón del tren de la línea 10, en el ajetreo de la salida ni mi hijo ni yo nos dimos cuenta de que se bajó sin él. Creo que ya había pasado cerca de una hora desde ese momento. Entonces en un arranque de desesperación silente de mi parte, les dije que regresáramos a buscarlo al metro. Así que, con esperanzas casi nulas, arrancamos para allá, buscamos la oficina del metro y le explicamos a la chica de atención al usuario lo ocurrido. Mi hijo muy triste le explicaba cómo era su morral y que dentro de él estaba su hijo de peluche, Pingüi. Ella lo escuchó atenta y empezó a llamar a la última estación de la línea 10 (Puerta del Sur) donde le dijeron que aún no habían recibido ningún objeto perdido. La señora nos dio un teléfono del metro para poner el reporte de la perdida. Así que llamamos e hicimos lo propio, reportamos a Pingüi perdido. Ya había pocas esperanzas, mi hijo entre sollozos nos decía que no se regresaba a Colombia sin su hijo de peluche, cuando de repente, la señora recibe una llamada de Puerta del Sur donde acaban de recibir un morral con la descripción dada, ella revisa y sí, está Pingüi en el morral. ¡Era nuestro morral! ¡Apareció! ¡Qué emoción! Así que compramos los billetes para ir a Puerta del Sur, donde recuperamos el morral, a Pingüi y varias cosas de valor monetario (pero nunca tan valiosas como el peluche). La chica del metro que nos estaba esperando en esa estación fue tan amable y diligente como la que nos atendió inicialmente. Mi hijo se reencontró con su hijo de peluche y lo abrazó y besó como lo imaginamos y luego de recorrer completa la línea 10 de sur a norte (31 estaciones), ya estábamos de vuelta en el hotel feliz de estar nuevamente todos juntos en familia y con grandes aprendizajes, que una amiga resumió así:- Debemos tener más cuidado con nuestras pertenencias,- Que todos cometemos errores, – Que la familia está ahí para ayudar en todo,- Que la esperanza no se pierde hasta que se hayan agotado todos los recursos y,- Que en el mundo hay mucha gente buena que está dispuesta a colaborar.